San Cristóbal de las Casas, 15 de febrero de 2016
El papa Francisco hizo un llamado a la sociedad a pedir perdón a los pueblos indígenas, despojados de sus tierras y de su cultura “por la cultura del descarte”.
Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡perdón!”, dijo el Pontífice, durante su homilía en San Cristóbal de las Casas, ante decenas de miles de integrantes de distintas etnias presentes en una misa multitudinaria.
El Pontífice condenó el despojo y contaminación a las tierras de los pueblos indígenas perpetrados por personas “mareadas por el poder, el dinero y las leyes del mercado”.
“El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita”, clamó el Papa, ante decenas de miles de indígenas de México y Centroamérica, quienes abarrotaron los campos del Centro Deportivo Municipal de esta ciudad.
Durante su homilía, el jerarca de la Iglesia Católica defendió las riquezas culturales de los pueblos originarios y reconoció el anhelo de esas comunidades a vivir en libertad, en una tierra donde “la opresión, el maltrato y la degradación no sean la moneda corriente”.
“Sin embargo, muchas veces, de modo sistemático y estructural, sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, su cultura y sus tradiciones”, mencionó.
“Los jóvenes de hoy, expuestos a una cultura que intenta suprimir todas las riquezas y características culturales en pos de un mundo homogéneo, necesitan que no se pierda la sabiduría de sus ancianos. El mundo de hoy, preso del pragmatismo, necesita reaprender el valor de la gratuidad”, advirtió Francisco.
El papa Francisco empezó su discurso con la frase en tzotzil “Li smantal Kajvaltike toj lek”, que significa “la ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma”.
Partiendo de allí, hizo una reflexión sobre el anhelo a la tierra inscrito en el corazón de los hombres y de los pueblos.
Todos, sentenció, desean una tierra donde la desvalorización sea superada por la fraternidad, la injusticia sea vencida por la solidaridad y la violencia sea callada por la paz. Un anhelo que es compartido por Dios, apuntó.
Lamentó que de muchas formas y maneras se ha querido silenciar y callar ese anhelo, intentando anestesiar el alma; se ha pretendido, dijo, aletargar y adormecer la vida de los niños y jóvenes con la insinuación de que nada puede cambiar o de que son sueños imposibles.
Afirmó que también la creación ha levantado “su voz” contra estas injusticias y contra el daño provocado por el uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios puso en ella.
“Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes”, advirtió.
“Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que gime y sufre dolores de parto”, insistió.
Estableció que los indígenas tienen mucho que enseñar en este campo, porque sus pueblos saben relacionarse armónicamente con la naturaleza, a la que respetan como “fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano”.
Antes de la homilía del Pontífice, la Primera Lectura de la eucaristía fue leída por una mujer indígena en lengua chol.
Asimismo, el canto del salmo responsorial estuvo a cargo de dos mujeres, en tzotzil y castellano: “Tus palabras, Señor, son Espíritu y Vida”.
De igual manera, el canto antes del Evangelio: “Honor y Gloria a Ti, Señor Jesús”, fue interpretado por un joven tenor.
Y un diácono pronunció el Evangelio en lengua tzeltal: “Tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber”.
El papa Francisco ofició la misa en el Centro Deportivo Municipal, ante los fieles que no paraban de cantar y vitorear al líder religioso.
El jesuita argentino de 79 años celebró su eucaristía en San Cristóbal de las Casas en español, aunque parte de la ceremonia se realizó en tzotzil y tzetzal, dos de las lenguas indígenas que se hablan en Chiapas.
El altar donde el Papa ofició misa representa la madre tierra, expresada a través de las Cascadas de Agua Azul, y las escaleras de la zona arqueológica de Palenque que recogen la cosmovisión maya.
A los lados hay unas mamparas que parecen unos jeroglíficos que recuerdan “las estelas mayas”, pero que en realidad es la copia del techo original de la catedral, que está labrado.
El diácono Anselmo Guzmán proclamó la liturgia en tzeltal, y durante la ceremonia el Papa autorizó la utilización de la lengua náhuatl en los textos litúrgicos, algo que ya se dio en el caso del tzeltal y tzotzil.
Al final, los padres jesuitas Eugenio Maurer y Felipe Jalel, acompañados por el antropólogo y traductor Avelino Guzmán, entregaron la Biblia en tzeltal, mientras el lingüista y sacerdote dominico Alfonso Ramírez Jaso hizo lo mismo con la traducción al tzotzil.
Mientras el pontífice hablaba abajo, en la explanada, destacaron los trajes multicolores y una infinidad de atuendos étnicos originarios de todas las regiones de México. Unas 100 mil personas participaron de la celebración.
Tomado de Excélsior
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